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¿A qué criptas una analista está invitada a bajar para encontrar una palabra verdadera? ¿O se trata aquí de otro secreto? ¿No ya de los ocultamientos que puntúan una existencia, con nuestro consentimiento más o menos forzado que heredamos desde la infancia, sino de aquello que en cada uno de nosotros está “en secreto”, impedido de existir?

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Memorias de la plantación reúne una serie de episodios cotidianos de racismo escritos bajo la forma de breves escenas psicoanalíticas. De las políticas de espacio y exclusión a las políticas del cuerpo y el cabello, pasando por los insultos racistas, Kilomba desmonta la normalización del racismo y consigue exponer sin grandilocuencia la violencia y el trauma de ser tratada/o como Otra/o.


Estamos ante una obra original, que combina teoría poscolonial, psicoanálisis, estudios de género, feminismo negro y narrativa poética. Descubierto por el gran público en el Festival Internacional de Literatura de Berlín en 2008, el libro ingresó rápidamente en las discusiones académicas en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. Y, desde entonces, Kilomba construyó un estilo subversivo y singular para darle cuerpo, voz e imagen.


La combinación de las palabras plantación y memoria no es azarosa, permite comprender al racismo como realidad traumática y recrear una escena colonial en la que el pasado viene a coincidir con el presente y el presente es vivido como si se situara en ese pasado desgarrador. Se trata de poner el dedo en una herida insuficientemente tratada: el colonialismo.

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Rima pa los compas cuenta la historia de un grupo de jóvenes raperos en el sur del conurbano bonaerense que, a partir de un taller de escritura en la grilla de un programa social, crearon una productora que realizó decenas de videoclips recorriendo diferentes localidades, apostando a convertirse en una cooperativa que les permitiera una salida laboral. Es un diario de rodaje y un libro de sociología al mismo tiempo. Mientras los capítulos del libro recorren el fuera de plano de esos videos, se arma una cartografía de las vidas populares en la pospandemia que muestra cómo se fueron limitando las ofertas de trabajo, la nocturnidad, los afectos, la vida en común, inaugurando una nueva geografía barrial.

Rima es también una investigación acerca del vínculo entre juventud y memoria. Van apareciendo en el relato algunos protagonistas que ya no están pero que se encuentran presentes en los murales del barrio 2 de Abril de Rafael Calzada y en estas infinitas canciones de rap.

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En sus talleres de autoconciencia de combate feminista y en sus clases de filosofía, Alessandra Chiricosta presta especial atención a la noción de fuerza y, en particular, a la de fuerza de combate. Vivió diez años en Vietnam y desde joven practica y enseña artes marciales de origen asiático: kung fu-wushu, jiu jitsu, muay thai, tai chi chuan. Las artes marciales, el pensamiento filosófico y los feminismos se entrecruzan en su vida y en su obra como prácticas de autoconciencia y de liberación.

Así, retoma una tradición que podría remontarse, al menos, hasta el movimiento sufragista de principios de siglo XX, con sus prácticas de jiu jitsu japonés como forma de defensa “sin armas” ante agresores armados o no. Todo en pos de un conocimiento y un ejercicio de la fuerza propia que permita desafiar el orden patriarcal de forma colectiva y evitar el enfrentamiento directo.

La pregunta estratégica, ayer y hoy, es cómo dar el combate bajo criterios que no sean los impuestos por el enemigo.

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Contra la tiranía del tema, los ensayos reunidos aquí procesan la transitada relación entre política y literatura con un despliegue de armas inusuales. Dalmaroni no teme al desacato ni a la imposición de sus obsesiones y arriesga la violencia de la escritura propia para dar cuenta de textos sinuosos y ya pensados antes.

Volver a leer escribiendo parece ser la clave de Dalmaroni para sacudirles el polvo de la detención con el que ciertas miradas los dejaron acomodados en los estantes, en nombre de ideas de «lo nacional» que vencieron hace rato, o en la búsqueda de rejuntar a bárbaros y civilizados en un campo que proyecta su tensión hacia el presente abúlico de la novedad.

Lamborghini, Puig, Saer, la gauchesca, Arlt o Pizarnik son causas, y también excusas, para poner a prueba las maneras de un decir singular y, en diálogo polémico con lo que lo rodea, estirar esos límites hasta lo inexistente.

Este libro no enseña nada, no hay imperativo moral sino apenas aquello que aparece muy pocas veces cuando un crítico escribe sabiendo que lo hace: persistir hasta rozar el corazón mismo de la literatura

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