|
|||||||||||
¿En qué momento un hombre puede dar un salto al vacío y convertirse en otro? ¿Un hombre puede hacer eso? El protagonista de esta novela, una voz llena de furia y lucidez, carece de nombre y tiene una enfermedad. Conocemos el nombre de su enfermedad pero no el de él. Porque tener una enfermedad no quiere decir, necesariamente, estar enfermo, ser un hombre enfermo y moribundo. Meticuloso y doliente, el protagonista de esta novela se desprende de todo lo que fue parte de su identidad hasta ese momento (familia, trabajo, amigos, amor), para quedar solo con esa enfermedad que ha tomado todas las decisiones por él. Porque el hombre enfermo es el que vive en la mirada de los otros, y él no se permitirá convertirse en eso. Otro será entonces el que muera. De otro será la desazón y la rabia. Él, sin poder dejar de narrar, degradado y degradante en esa extraña libertad, sólo tendrá la enfermedad. Con potencia y ética arltiana, Sebastián Chilano, nos lleva hacia la intimidad final, ahí donde el cuerpo cruje y se vuelve protagonista, mientras nosotros nos debatimos tratando de descubrir qué hacer con lo que el mundo era y con el lugar que ocupábamos en ese mundo. Ya no hay nada, salvo esa soledad insalvable. El narrador narra y Chilano lo deja hacer sabiendo que cualquier frase puede ser la última. En esa agonía tal vez esté, paradójico, el sentido esquivo de una vida. Ricardo Romero Si tuviera que morir de modo inesperado me gustaría hacerlo ahora. Me gustaría toser sobre el escritorio y manchar con sangre los papeles en blanco, los recetarios, el guardapolvo, la cara del doctor Chilano, los anteojos, la notebook y después me gustaría caer sobre el escritorio, golpear la cabeza y sentir que mi cuerpo se afloja desde la silla al piso. Me gustaría despertar en los brazos de Chilano y ver su cara llena de espanto por las cosas que acabo de ensuciarle. —¿No dijiste nada en tu casa? —me pregunta. —¿Y qué podría decir? —Hay cosas que no se entienden, pero se aceptan. Lo miro. —Se puede morir en un accidente de autos —sigue diciendo el médico—, ahogarse en la playa, en un incendio en un cine, y todo eso es lo mismo que esto. Nada cambia la muerte, la muerte es siempre la misma. —¿Y contárselo a alguien hace que cambie? —pregunto. —Te dará paz. Me río.
|
Títulos que tal vez le interesen
|
||||||||||
* Precio expresado en pesos argentinos (ARS). No incluye gastos de envío y/o impuestos que apliquen en cada destino.
** Precio expresado en dólares americanos (USD). No incluye gastos de envío y/o impuestos que apliquen en cada destino.
|