De la creación contínua
Ontología y temporalidad en Spinoza
Autorx: Guillermo Sibilia
Este libro explora el lugar de la temporalidad en la filosofía de Spinoza, mostrando que lejos de ser un tema marginal o puramente técnico, constituye una clave interpretativa de su ontología, su teoría del conocimiento y su ética. La hipótesis central sostiene que en el pensamiento spinoziano el tiempo no es una categoría homogénea ni unívoca: su significado se transforma profundamente a lo largo de la obra, desde los primeros escritos metafísicos hasta la Ética y los tratados políticos. Reconstruir ese desplazamiento permite comprender la articulación entre eternidad, duración y tiempo vivido, y con ello, el modo en que Spinoza redefine las relaciones entre ser, conocimiento y vida afectiva.La primera parte del libro, “De la creación continua a la producción inmanente de lo real”, examina los textos tempranos —en particular los Pensamientos metafísicos, el Tratado breve y la correspondencia de los años sesenta— para mostrar cómo Spinoza reelabora la noción cartesiana de creación continua y se distancia progresivamente del marco teológico de la dependencia temporal respecto de Dios. En los escritos iniciales, el tiempo aparece como medida de la duración, una magnitud divisible que acompaña el ser de las cosas creadas y remite todavía a una concepción trascendente de la causalidad. Sin embargo, en la medida en que Spinoza avanza hacia una ontología de la sustancia única e inmanente, esa temporalidad de lo creado se revela insuficiente. La crítica al modelo de creación continua abre paso a una concepción según la cual la existencia finita no se conserva por intervención divina sino por la potencia misma de la sustancia expresándose en modos. Este tránsito, que culmina en la Carta 12 “sobre el infinito”, marca el pasaje de una temporalidad dependiente a una temporalidad producida, de la creación como acto exterior a la producción inmanente del ser.La segunda parte, “Del tiempo abstracto al tiempo vivido”, se centra en la Ética y muestra cómo Spinoza radicaliza esa reconfiguración ontológica al integrar la temporalidad en la vida afectiva y cognitiva del individuo. En los libros II y III, la duración aparece como la forma misma de existencia de los modos finitos: una persistencia que no tiene principio ni fin, sino que se define por la potencia con que cada cosa persevera en el ser. Pero el tiempo, tal como lo experimentamos, no es idéntico a esa duración real: es una construcción imaginativa que nace de la memoria, del hábito y de la percepción de la sucesión. En este sentido, el tiempo no es presupuesto por la memoria, sino constituido por ella. De ahí que Spinoza pueda distinguir entre una temporalidad inadecuada —vivida bajo la guía de las pasiones, dominada por la fluctuación entre esperanza y miedo— y una comprensión racional de la duración, capaz de situar cada acontecimiento en la necesidad del orden natural. Comprender “sub specie aeternitatis” no significa escapar del tiempo, sino reubicarlo: vivir según la razón implica ponderar temporalidades, preferir un bien mayor futuro a un bien menor presente, como afirma la proposición 66 de la Ética IV.La obra concluye mostrando que esta reconfiguración del tiempo tiene consecuencias éticas y políticas decisivas. En el Tratado teológico-político y el Tratado político, la reflexión se amplía del individuo al cuerpo colectivo: la imaginación, la memoria y los afectos comunes configuran una temporalidad política propia, sostenida por la experiencia compartida del peligro, la obediencia y la esperanza. El tiempo político, distinto tanto del tiempo astronómico como del tiempo psicológico, se presenta como el ámbito en que una multitud puede perseverar o disgregarse.Así, el libro propone una lectura integral de Spinoza desde la categoría de temporalidad, mostrando que comprender la relación entre eternidad, duración y tiempo vivido permite articular sus tres dimensiones fundamentales: ontológica, epistemológica y ética-política. Pensar con Spinoza el tiempo no es, en última instancia, buscar una vía de escape de la finitud, sino descubrir en ella el modo mismo de la libertad.
18000 ARS